El Maestro de Trapecistas

Colgada

Cuentan que un grupo de trapecistas jóvenes trabajaba con esmero en un número muy especial. Su entrenamiento estaba a cargo de un viejo hombre de circo, a partir de cuya experiencia trasmitía el oficio con singular dedicación.

Este hombre tenía dos actitudes totalmente diferentes.
Por un lado, era muy comprensivo con cada error. Estimulaba a los jóvenes a volver a entrenar y corregir cada equivocación una y mil veces, y en cada fracaso les aseguraba que ellos eran maravillosos y que serían los mejores trapecistas.
Entonces les decía que la casualidad no era una buena referencia, que ellos eran unos inútiles y que, en realidad, no servían para nada.
Uno de los directores del espectáculo, que había notado esta dualidad, muy preocupado le reclamó por ella y por lo que consideraba una absurda incoherencia.
- El equivocado eres tú -  dijo el maestro de trapecistas – no hay ningún error. Cuando hacen las cosas mal o medianamente bien los estimulo porque sé que pueden hacerlo mejor y sé que lo harán.Cuando todo lo hacen a la perfección, yo sé que la próxima vez será peor,porque mejor no puede ser y entonces los regaño por ello. No están conmigo para ser adulados por lo que hacen bien, que dejen eso para la función.


“Cuando la satisfacción de la vanidad es la única razón para abocarnos a una tarea realizada, el resultado por muy exitoso que resulte es siempre efímero y decadente.”

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