Chuang Tzu
El sueño de Chuang Tzu suele contarse incompleto de la
siguiente forma: “Chuang Tzu soñó que era una mariposa, y al despertar
no sabía si era un hombre que había soñado ser una mariposa, o una
mariposa que soñaba ser un hombre”. Lo que no se cuenta nunca es lo que
le ocurrió a Chuang Tzu durante el sueño, y por qué al despertar tenía
esa duda. He aquí la historia completa.
Una fresca tarde de primavera Chuang Tzu llegó a la orilla de
un lago y se sentó a descansar. Al poco rato se quedó dormido y soñó que
era una mariposa. La mariposa que una vez había sido Chuang Tzu se fue
revoloteando por ahí, viendo que el mundo era hermoso y estaba lleno de
flores y aromas. Al principio, a la mariposa que una vez había sido
Chuang Tzu, le costó un poco adaptarse a las alas que le parecían
demasiado grandes y poco manejables. Además, su cuerpo era tan liviano
como un sueño y una suave brisa bastaba para arrastrarla varios metros y
hacer que variara de rumbo. Pero poco a poco se fue acostumbrando.
Aprendió a dejarse llevar y a aprovechar las corrientes de aire para
desplazarse más cómodamente de flor en flor. La mariposa que una vez
había sido Chuang Tzu enseguida aprendió también a libar las flores con
su trompa extensible, y descubrió que el néctar era embriagador.
En un momento en que se estaba poniendo como el quico de
riquísimo néctar, descubrió aterrada que a sólo un paso de ella acechaba
un enorme camaleón verde que no había sido nunca Chuang Tzu,
perfectamente inmóvil como una estatua del templo de Shao Li. Si hay
algo que produce pánico a las mariposas es un camaleón. Y este camaleón,
que no había sido nunca Chuang Tzu, estaba hambriento.
La mariposa que una vez había sido Chuang Tzu se quedó muy
quieta, conteniendo la respiración y sabiendo que su vida pendía de un
hilo finísimo. El camaleón que no había sido nunca Chuang Tzu y por
tanto no podía sentir ninguna compasión ni afecto por la mariposa que
una vez había sido Chuang Tzu, la vigilaba con el ojo izquierdo, atento a
su más mínimo movimiento; pues para el camaleón que nunca había sido
Chuang Tzu, la mariposa que una vez había sido Chuang Tzu no era más que
comida.
Entonces llegó un ruidoso abejorro que tampoco había sido
nunca Chuang Tzu. El camaleón dedicó al abejorro toda la atención
posible con su otro ojo, el derecho. Y la mariposa que una vez había
sido Chuang Tzu supo que tenía una oportunidad de salvar la vida.
Lo siguiente ocurrió en apenas una décima de segundo: el
abejorro que tampoco había sido nunca Chuang Tzu, haciendo el mismo
ruido que una avioneta perdiendo altura, hizo un quiebro en el aire
sobre la cabeza del camaleón que no había sido nunca Chuang Tzu; y en
ese momento el camaleón que no había sido nunca Chuang Tzu, disparó su
larquísima y pegajosa lengua con la velocidad del rayo y lo atrapó; y
entonces la mariposa que una vez había sido Chuang Tzu desplegó las alas
y una ráfaga de viento la arrastró fuera del alcance del camaleón que
no había sido nunca Chuang Tzu.
Y la mariposa que una vez había sido Chuang Tzu respiró
aliviada. Su diminuto corazón latía desbocado mientras las alas la
llevaban más lejos a toda prisa y se decía:
-¡Dios mío!, me he salvado de milagro. Estoy temblando como una termita. Tengo que relajarme y descansar.
Y la mariposa que una vez había sido Chuang Tzu encontró una
cómoda hoja de junco en la orilla del lago. Se posó en ella con las dos
alas muy juntas... y se quedó dormida. Entonces la mariposa que una vez
había sido Chuang Tzu que soñaba que era una mariposa, soñó que era un
hombre, Chuang Tzu, y por tanto no sintió miedo del camaleón y pudo
dormir sin temor.
Victor González
Victor González
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