Vehículo de Madre

En un momento crucial
comencé a verte con otros ojos,
en el preciso momento, en ese que no debía.
Mi vientre, lleno de vida, se encontraba,
y yo palpitaba dos corazones.
Lo que aún no sabía
era que no era al mío al que tú querías.

Tarde descubrí
tu deseo desesperado de hacerte cargo de su vida.
Mis sentimientos tambaleaban,
no aceptaba lo que sucedía,
y en una debilidad prematura
caí en las redes de tus días.

La necesidad imperiosa
de darle un padre a esa vida
me llevó, sin pensarlo,
a darte también la mía.

De ahí, el principio de un angustioso final:
me olvidé de quién era,
quién fui, quién sería.

La inocencia servía de alimento
en la rutina
que arriesgamos afrontar juntos,
sin contemplar la desidia.
Queríamos amarnos sin dañarnos,
y olvidamos respetarnos.

Agradezco lo vivido,
no quisiera repetirlo,
sin olvidar los tesoros
que el sufrimiento ha dejado,
los que hoy me llenan la vida
de inmensa felicidad y armonía.

No te culpo,
ni me culpo,
mucho menos me arrepiento:
el más grande aprendizaje
lo recibí de mi mejor maestro.

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